Cuando comenzó el campeonato, la mayoría pensábamos que Colón era el gran candidato. Por historia, por plantel, por nombres propios, por presupuesto. Pero hoy, después de 9 fechas, la realidad es completamente distinta: el equipo no tiene identidad, por muchos momentos no tiene juego ni tampoco reacción. Y eso, sin dudas, es lo más alarmante de todo.
En Carlos Casares se volvió a repetir una película que ya vimos muchas veces en este torneo. Un arranque con intenciones, alguna que otra chance clara, pero con el correr de los minutos todo se desinfla. El rival te gana en intensidad, en ideas, en convencimiento. Y Colón vuelve a quedar expuesto en sus errores, en su falta de funcionamiento y, sobre todo, en su vulnerabilidad anímica.
Porque este equipo no solo juega mal. También sufre. Se frustra. No sabe cómo salir de los momentos difíciles. Cada gol en contra es un mazazo. Se nota en los rostros, en los gestos, en las reacciones.
Y en este punto no se puede dejar de hablar del entrenador. Ariel Pereyra llegó con la difícil tarea de reconstruir un equipo que venía golpeado por la frustración de no poder lograr con el objetivo de ascender. Y está claro que no está encontrando las respuestas. Cambió esquemas, cambió nombres, cambió intérpretes… pero no cambió la esencia del problema: Colón no juega a nada.
Sí, suena fuerte. Pero es lo que se ve. Colón no tiene una idea clara de juego. No se sabe si quiere presionar alto, si quiere esperar, si apuesta al vértigo o a la pausa. En 9 fechas no hubo una línea de juego sostenida. Y eso, más allá de los rendimientos individuales, habla de una conducción que no logra marcar el rumbo.
Es injusto caerle solo al técnico. Porque esto es más profundo. Hay un plantel que no está a la altura de lo que exige esta categoría y mucho menos de lo que exige un club como Colón. Hay decisiones dirigenciales que también influyen. Pero el que se para en la línea de cal es el que debe encontrar el cómo. Y hasta ahora no aparece.
¿Hay tiempo para revertirlo? Sí. Porque el torneo es largo y el formato da oportunidades. Pero si Colón no cambia rápido de mentalidad, de funcionamiento y de actitud, lo que hoy parece preocupante puede volverse irreversible.
Este equipo no enamora, no entusiasma y, lo que es peor, no transmite esperanza. Y eso, en un club con una hinchada como la de Colón, es muy peligroso.
