En cada movimiento, en cada gambeta, hay una historia. Una que se escribió en las calles de barrio Las Flores, con una pelota deshilachada rodando entre el polvo y los gritos de los amigos. Lionel Verde no juega al fútbol: lo siente, lo respira, lo lleva en la piel. Y en pocos partidos con la camiseta de Unión, ya demostró que lo suyo es pura esencia de potrero.
Nacido en Santa Fe, Lionel Verde creció con el sueño de vestir la rojiblanca. Desde las infantiles, su talento fue un imán para quienes lo vieron jugar. La pelota, como si tuviera vida propia, lo buscaba siempre. Y él, con una naturalidad envidiable, la dominaba, la protegía y la hacía danzar al ritmo de su imaginación. Pero lo que más destacaba era su valentía: nunca esquivó un desafío, nunca se escondió cuando el partido lo pedía.
«Lionel Verde no juega al fútbol: lo siente, lo respira, lo lleva en la piel».
El salto a la Primera llegó con la misma espontaneidad con la que gambetea rivales. De a poco, su nombre empezó a resonar en el 15 de Abril. Sus primeros minutos fueron suficientes para encender la ilusión de los hinchas. Y cuando le tocó la oportunidad de ser titular, no la desaprovechó. Su primer gol, una obra de arte con sello de potrero, fue la confirmación de que en él hay algo especial. Una pisada, un amague y un remate cruzado para que la red se inflara y el estadio explotara de emoción.
Con la camiseta del Tate en esta temporada ya registra seis partidos y tres goles anotados. Cinco encuentros en el Apertura con dos tantos y uno por Copa Argentina, en donde también marcó. En total ya lleva 19 juegos y cuatro goles en la máxima categoría. Cristián Kily González, el entrenador que le dio la oportunidad, remarcó a comienzo de año que Leonel supo destacarse «con la famosa 10 de la que tanto se ha hablado y estuvo a la altura. Dios quiera que pueda seguir creciendo». Este lunes, el pibe será titular contra Independiente Rivadavia de Mendoza.
El fútbol necesita jugadores como él. Unión lo encontró en su corazón, y hoy lo disfruta con la 10 en la espalda. Porque cada vez que la pelota llega a sus pies, el hincha se ilusiona. Porque verlo jugar es un recordatorio de que el fútbol, en su esencia más pura, sigue viviendo en los potreros. Y en Lionel Verde, el potrero está más vivo que nunca.
