Unión necesitaba una noche como la de ayer. No solo por el resultado, sino por la forma. Ganar jugando bien, imponiendo condiciones, mostrando carácter y personalidad. Algo que este equipo de Cristian González no había logrado en la Copa de la Liga y que, en el debut en la Copa Sudamericana, consiguió ante un rival de peso como Cruzeiro.
La victoria por 1 a 0 no solo representó tres puntos, sino un envión anímico fundamental. Porque después de la dura derrota ante Racing, el equipo estaba en deuda con su gente. El propio Kily lo reconoció: «Después de lo que pasó en el partido del campeonato tuvimos una charla a corazón abierto, no podíamos darnos el gusto de jugar nuevamente así». Y Unión no repitió errores. Salió con otra actitud, más convencido, más agresivo, más enfocado.
El Tatengue hizo un partido inteligente, fue ordenado, tuvo momentos de buen fútbol y generó las mejores chances. Claro, le costó concretarlas, pero nunca renunció a la búsqueda. Y la recompensa llegó en la última jugada con el gol de Diego Armando Díaz, un premio a la insistencia y a un equipo que creyó hasta el final.
Pero más allá del juego, lo que quedó en evidencia es el desahogo del Kily González. Lo dijo con todas las letras en la conferencia: «Esta semana recibimos críticas desde lo personal y deportivo. Naturalizamos que está bien, pero uno tiene familia al lado y así todos los chicos. Hoy hay libertad de bastardearte con solo un mensaje. Me quieren ver en el piso y es lo que más me motivó para seguir adelante». Un mensaje que expone lo que siente el DT, que sabe que está en el ojo de la tormenta y que, en un año político en el club, cualquier traspié es munición para los detractores.
El Kily se aferra a su equipo, a los jugadores que le responden en la cancha y a noches como la de ayer, donde el hincha se fue del 15 de Abril con una sonrisa. Porque Unión ganó bien, jugó bien y demostró que, con sus limitaciones, puede plantarse y competir. Ahora, el desafío es sostenerlo. Pero el primer paso está dado.
